La comunicación, como
aquí la tendremos, es un flujo constante que va y viene, que circula llevando y
trayendo mensajes: ideal, propuestas, preguntas, puntos de vista, avisos,
solicitudes, invitaciones, o proyectos, por nombrar unos cuantos.
La comunicación es una
de las herramientas fundamentales de la vida. Las celular que forman los
aparatos y los sistemas de nuestro cuerpo no solo se comunican entre sí y con
sus vecinas, sino que tienen mensajeros que “salen” a comunicar datos o
solicitudes y a recoger respuestas. Desde la distancia, las abejas mandan
señales al resto del enjambre cuando descubren un banco de flores. Sabemos que
las ballenas platican entre sí a millas de distancia. Y las pinturas rupestres
son elocuentes indicadores de la capacidad de hombre y mujeres ancestrales de
lanzar sus mensajes por el túnel del tiempo.
Las personas nos
comunicamos porque queremos pertenecer, porque queremos escuchar a los otros
para entenderlos, porque necesitamos querer y ser queridos (as).
También nos comunicamos
porque queremos seguir siendo nosotras y nosotros mismos. Porque queremos
explicarles a los demás quiénes somos y que necesitamos, para poder crecer y
desarrollarnos con respeto y solidaridad.
Identidad
La comunicación se construye
sobre bases fundamentales: identidad, mismidad, autoestima, proyecto de vida.
La identidad tiene que
ver con nombrarnos, con conocer nuestra esencia, con tener presente nuestra
propia estructura y también nuestros límites y posibilidades. La identidad
implica un diagnostico maduro, informado y asumido de lo que somos.
La mismidad está íntimamente
relacionada con la identidad y se construye al mirar a los otros, al
distinguirlos de nosotros, al encontrarlos diferentes, al poner sobre nuestra
identidad la certeza de que nadie es como nosotras y nosotros mismos y no
otros.
La autoestima es
compleja y en ocasiones mal interpretada, mal entendida. En ocasiones a la
autoestima se le confunde con la vanidad, o el egoísmo. Por eso es que la construcción
de la autoestima, en ocasiones, camina “cuesta arriba”, porque muchas veces los
adultos tenemos la tendencia a reprimir las manifestaciones de admiración,
respeto o cariño que puedan tener por sí mismas o por sí mismos los niños y los
jóvenes.
Como su nombre lo dice,
la autoestima es el amor por uno mismo, si consideramos la palabra amor en su dimensión
más amplia y con todos los elementos que la conforman: conocimiento, atención,
tolerancia, solidaridad, afecto, admiración, tiempo, o respeto. ¿Cómo podríamos
comunicar nuestros mensajes si- por nuestra falta de autoestima- la
consideramos inadecuados, impertinentes o triviales?
Quienes se especializan
en asuntos de comunicación saben muy bien el papel que juegan dos elementos: a)
los objetivos claros, la propuesta expresa de lo que proponemos o anhelamos; b)
la pasión, la convicción, la dosis de ilusión con la que avanzamos en pos de
nuestros propósitos
Una persona que tiene
proyecto de vida claro puede añadir a sus mensajes estos dos elementos, para
volverlos más brillantes, más asertivos, mas comunicables. Para la comunicación
entre las personas, el proyecto de vida representa una catapulta que lanza con
fuerza hacia un blanco fijo los propios mensajes.
Chapela Maria Luz, Relación de Pareja, 1a edición, Ciudad de México, Consejo Nacional de Población 1999, págs. 59, ISBN colección: 9706283633, titulo: 9706283609
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